Día 4: RUIDOS EN NAVALCARNERO O POR QUÉ NO PEGAR LAS SARDINAS A LOS PLATOS

Sábado, 19 de Enero de 2013, 9:30 de la mañana.

Empiezo la crónica en este punto aunque no sé muy bien por qué. Ahora que lo pienso debería empezarla unas horas antes, cuando me gané a pulso que Inma, Cuqui y Goyo me odien y solo por dormir un ratito más el sábado. Me voy a explicar, resulta que el día de autos -que no de coches, afortunadamente ese día no tuvimos ningún percance- teníamos función de Ruidos en Navalcarnero. Teníamos bolo, vaya, por resumir. Y tener bolo de Ruidos conlleva muuuuuucho trabajo. Así que empezamos el viernes, ensayamos y cargamos el camión. Y entre una cosa y otra decidimos a qué hora nos levantaríamos el sábado, mejor, a qué hora quedaríamos en Navalcarnero para descargar y montar, que dormir y levantarnos lo hacemos todavía por separado. Después de una contienda verbal a la altura de las circunstancias decidimos que ni las 10 ni las 12 eran horas adecuadas y fijamos las 11:00 como la hora h del día d.

Y aquí enlazo con el punto donde arranqué, porque a lo que dediqué el entretanto pertenece a otro tipo de crónicas mucho menos interesantes, o que a nadie interesan, que no sé si es lo mismo. El caso, que a las 9:30 del día d abrí el ojo y pensé, ¡pues ya llego tarde! Y a las 11:25 estábamos Sergio y yo en un atasco en Navalcarnero. El que estaba montando Inma con el camión tratando de meterlo en la zona de carga del teatro.

¿Cómo poner en palabras lo que significa descargar Ruidos? ¡Ay! ¡Uff! ¡Venga! ¡Espera! ¡Joder! ¡Qué se moja! ¡Espera que ya subo yo! ¿Queda mucho? ¡NO, eso ahora NO! ¡CUIDADO! ¡Anda…, pues no ha sido para tanto!

Y luego el montaje. Éste yo me lo pasé comprando cervezas así que no puedo decir demasiado. Pero el clamor popular dice que fue tranquilo porque solo estaba uno de los dos gallitos de pelea del bricolaje.

Navalcarnero es un pueblo muy bonito, por lo menos la plaza del teatro lo es, y tiene un teatro muy chulo la verdad, y muy bien equipado. Esto, las cervezas, las bromas y chanzas nos mantuvieron entretenidos hasta la hora de comer.

¡Qué hambre, por dios! Entre que a las 9:30 volví a apagar el despertador y que no tenía leche en casa, ni una mísera galleta tuve tiempo ni ganas de meterme en el cuerpo para desayunar. Menos mal los doritos con las cervezas, porque si no mato al técnico que se empeñó en que hasta que no estuvieran todos los focos dirigidos de allí no se movía nadie. Ya le había echado yo el ojo a un restaurante cercano en mis paseos cerveciles. Me hice dos, en el primero, novato de mí, no traje cervezas para los técnicos, y lo tuve que arreglar, claro. Comidita casera y trato exquisito. Comimos muy bien. Y barato. A los postres fueron llegando los rezagados y tuvimos visita inesperada, Mario, de la FETAM, que venía a proponernos trabajo. Trabajo llama a trabajo, dicen, y hablando de trabajo, hay que ensayar transiciones, grabar memorias, pasar por chapa y pintura. ¡Hala! Otra vez pa´l teatro. ¡Qué fría se está poniendo la tarde, no! ¡Con la mañana tan buena que hacía! ¿Vendrá gente? No sé, ¿hay fútbol? Oye, y lo de las invitaciones, ¿cómo va?

Siesta en el patio de butacas. Ya. ¡Uy, no puede ser! Pero si ha pasado casi una hora y ni me he enterado. ¡Qué pereza! Ensayar transiciones ahora… Con lo bien colocadito que está todo. Bueno, venga, que luego viene bien. La verdad, lo hicimos muy bien, se va notando que algo aprendemos, o que nos sale por repetición sin saber muy bien porqué. Saludos. Repasar saludos. Sin luces de guardia nos matamos. Luz azul. Pues queda bien para darle la vuelta al sofá. Adjudicado.

Y ahora viene el momento que más agradezco en esta función. Como no tengo rulos que ponerme, ni pestañas postizas, ni un miserable cardado. Como mi belleza natural encaja a la perfección con el personaje que represento, tengo un rato libre. ¡Qué bien! Por fin puedo irme solo a fumar un cigarro, a ponerme nervioso, a pensar en las frases que siempre se me olvidan, en las últimas notas que me dio el dire. Salgo entonces a la calle y… ¡la madre que me parió! Pero si hace un frío que pela. Tres caladas y para dentro. Ya me he relajado.

Empiezan a llegar mensajes. Ya estamos aquí. Hemos venido con Ernesto. Hay mucha cola afuera para sacar las entradas. También viene Ana. Y Dani. Creo que también viene Alex. A ver, espera un momento, uno, dos , tres, CUATRO, al menos cuatro directores de escena estarán en el patio de butacas. Pues yo sigo sin estar nervioso, claro, como no me he podido fumar el cigarro a gusto. Venga pues me visto y que sea lo que dios quiera.

No sé quién lo quiso pero la función salió, mal que bien. Con alguna botella de más y alguna frase de menos, tuvimos risas, bravos y aplausos en cada cambio de escena. En el tercer acto entrega total del respetable aplaudiendo y jaleando los momentos más graciosos. Al final se hizo la luz y descubrimos un patio de butacas a rebosar y una platea bastante concurrida. Más de trescientas personas aplaudiendo con ganas las dos horas de risas que les habíamos brindado. Subidón.

Y después ya sabéis, besos, risas, excesos… espérame en el bar que en media horita desmontamos. ¡Ay! ¡Uff! ¡Venga, que cabe otro panel en el ascensor! ¡Joder, puto tornillo! ¿Quién lo ha puesto así de mal? ¿Habéis mirado en los camerinos? Que la última vez nos dejamos la plancha. Pues yo creo que hoy ha salido todo bien. Me voy ya que no llego, ¿vale? ¿Esto es Navalcarnero o Leningrado? Madre del amor hermoso, se me van a caer las orejas a cachos. ¡Una cerveza! ¡Dos! ¡Enhorabuena chicos! Sois geniales. Nos vamos ya que hay que dejar la furgo y todavía nos queda la descarga en Gilitos.

De vuelta a Alcalá con Sergio y Trini en el coche, hablamos de la obra, de teatro. Todavía nos quedan ganas. Llegamos los segundos. La descarga se me hace difusa, dolorosa. El cansancio acumulado del día empieza a pasar factura. Lo último que bajo es mi caja y mi bolsa, y las dejo encima de una silla, en todo el medio, no se vayan a esfumar.

Sergio me da de cenar en su casa. Hablamos de la obra, de teatro, de la vida. Llega más gente. Me duermo.

Gabriel García

Día 3: RUIDOS EN LA CASA. PIOZ. 6 de Diciembre de 2012.

Me ha tocado hacer la crónica del día 6 de Diciembre cuando actuamos en Pioz con la obra “Ruidos en la casa”. Si no he entendido mal, mi nombre ha salido como agraciado en un sorteo en el que no he estado presente y cuyo premio consiste en hacer la dichosa crónica. He de advertir, que cuando escribo por encargo u obligación, mis textos son pésimos y carentes de sustancia, en cambio cuando me dejo llevar por mi inspiración, jamás consigo escribir nada.

¿Qué coño es una crónica? Pues bien, una crónica, es la descripción de unos hechos por orden cronológico. Por lo tanto, empezaré desde el principio.

De la nada surgió una explosión que dio origen al universo. Y en ese universo nacieron unas estrellas, cuya constelación se llamó Maru-Jasp…  Creo que he empezado muy atrás. Mejor ir al grano.

La mañana del día de  autos, quedamos  en Pioz, para terminar de montar algunas cosas del decorado que quedaron pendientes y colocar y dirigir luces. (Si, he escrito “la mañana del día de autos”) Aquella mañana, no tuvo nada de especial. Fue como todas las demás, mientras montábamos las luces, yo aprovechaba para meterle caña a José, y así echarnos unas risas. Lo de siempre. Para mí, lo verdaderamente relevante pasó por la tarde.

Después de comer, al volver a Pioz,  y ya en el mismo pueblo, a unos metros del teatro, se cruzó delante de mi coche, otro en sentido perpendicular al mío. Este hecho, hizo, que a pesar de pisar el freno y reducirse la energía  cinética de mi vehículo, la inercia hiciese de las  suyas, y la parte delantera de mi coche terminara adherida contundentemente a la puerta del conductor del coche de enfrente. Dicho acontecimiento, no tendría nada de particular, (aparte de haberme quedado sin coche), si no fuese porque me quedaban en ese momento tan solo tres horas para salir al escenario. Imaginaos:  Golpe con el coche, pequeña discusión, hacer parte del accidente, llamar grúa, esperar grúa, esperar grúa, esperar grúa, bajar el coche a Alcalá, llamar a mi mujer, subirme con ella otra vez a Pioz, entrar al teatro y pensar ¡Dios mío, me queda una hora para actuar!  Y aquí es donde empieza, lo verdaderamente importante.

Todos los actores, somos seres vivos, llenos de pasiones, pensamientos y problemas, personales, que debemos dejar a un lado cuando nos metemos en la piel de un personaje. Que fácil resulta decirlo, pero debemos procurar que sea así. En la misma obra que estamos representando, se puede ver en clave de humor, como los personajes quedan impregnados de las pasiones personales del actor, y como el reflejo de esas pasiones durante la representación da lugar a situaciones verdaderamente cómicas.

El personaje, no tiene que verse contaminado en ningún momento por nuestra realidad y es esto, una de esas cosas que hace que la labor del actor resulte difícil.  Esto me hace recordar cuando trabajé con Doña Aurora Redondo, una actriz maravillosa que en aquél momento era muy ancianita. Para andar, tenía que ayudarse de un bastón, su cadencia al andar era lenta y pausada, y la mayoría de las veces iba del brazo de alguien, y sobre todo había que ayudarla para subir o bajar los escalones que daban acceso al escenario. Cuando la vi por primera vez, me dije, ¿Cómo puede esta mujer interpretar la Brígida del Don Juan, si no puede moverse? La respuesta, no estaba en el cuerpo de Aurora Redondo, la respuesta, estaba en el personaje de Brígida. Cuando ella salía a escena, no necesitaba bastón, ni apoyarse en nadie. Se movía con toda la agilidad que le permitía su edad y con una fuerza y un ímpetu que luego fuera del escenario no tenía. Esto es lo que yo llamo “la magia del teatro”.

Quiero manifestar con esto, y lo digo para los profanos en la materia, que el teatro, aparte de ser divertido, conlleva de un esfuerzo sicológico, que en muchos casos puede superar en intensidad al físico. Y la fuerza del personaje que interpretamos muchas veces es tal, que nos hace sacar energía incluso cuando no la tenemos. Por eso, aquella tarde, hice todo lo que pude para alimentar a mi personaje y salí.

Con respecto a la representación, decir que salió mejor de lo que esperaba y en algo se tiene que notar que era el tercer estreno. Eso si, para mí las proyecciones entre cada acto, sobraban. Pero eso es tan solo una opinión.

Después, quedamos para celebrar con una cena el decimoquinto aniversario de Maru-jasp, y tengo que decir, que me encuentro cada día más orgulloso de pertenecer a este grupo.

NOTA PARA GOYO  Y JOSE: Cuando he puesto lo del “día de autos” es para hacer un chiste fácil, pues ese día destrocé mi coche. Sé que para vosotros es difícil de captar, pero espero que esta nota os lo haya aclarado.

Jose Manuel Ayala. “Cuqui”.